lunes, 24 de febrero de 2014

UNA MUJER QUE NO QUERÍA SER NOTORIA...

Una mujer muy atribulada, sentada en medio de una vereda cualquiera, se preguntaba constantemente que hacer para dejar de ser notoria, y una voz sin cuerpo que vivía desde hace mucho en su cabeza le dijo:
“Levántate de la vereda y vuélvete una más”
La mujer, aún atribulada, se levantó y caminó. Puso la cara de hastío de todos. Se metió las manos en los bolsillos, como todos. Y fingió no ver a nadie, como todos.

Aún así las dudas persistían.

Volvió a preguntarse:
“Las ideas me atormentan. Tengo tantas que se me hace imprescindible escribirlas en todos lados… Ya no quiero escribir. Ya no quiero pensar ¿Qué hago yo para no escribir?”
La voz volvió a decirle:
“¡Córtate las manos!”
“Pero de nada me vale, porque las ideas puedo expulsarlas a través de la boca…”, respondió…
“¡Córtate la lengua!”, le replicó la voz.
“Me quedarán los ojos, que seguirán entregándome imágenes que despertarán más ideas”, siguió ella.
“Quémate los ojos”, arremetió enérgica la voz.
“¿Y la mente?... ¿Qué hago si ella sigue trabajando?”, porfió ella.
“Deja de respirar… Húndete en la oscuridad y no salgas más de ahí”, continuó enardecida.
La mujer se detuvo en medio de la masa humana en donde estaba inmiscuida ¿Era acaso tan drástica la decisión para dejar de ser atormentada por la creatividad exagerada que padecía?

A su alrededor la gente comenzó a notarla, unos siguieron pasando, otros en cambio se detuvieron y parecieron leer su mente. Una pequeña multitud la alzó por los aires mientras la observaban maravillados y aún así le era imposible descubrir cual era la gracia de ser conocido por otros. Admirado por otros.
“Córtate las manos, córtate la lengua ¡Quémate los ojos!… ¡Deja de respirar!” Seguía repitiéndole la voz.
A medida que la multitud aumentaba, el miedo también. Y ella sólo quería que el caos terminara. Y ante sus ojos se abrieron puertas infinitas y miles de personas le aclamaban… Los gritos de aquellas personas acallaron la voz inquietante que le reventaba la cabeza y de un momento a otro se vio libre. Se vio notoria. Se vio creadora. Se vio escribiendo y pensando. Hablando de sus ideas y observando el mundo para nutrirlas. Era la libertad de ser ella misma.

Y a lo lejos una canción de David Bowie sonaba incansable:
“Hay un hombre estrella esperando en el cielo. Nos dijo que nos haría volar, porque sabe que todo eso vale la pena”…
***Este cuento lo escribí en el 2009, espero lo disfruten***

No hay comentarios.:

Publicar un comentario