viernes, 7 de diciembre de 2018

EL CAMBIO DE FIN DE AÑO...

Toda la vida se nos prepara para algo... Cuando eres un niño o niña los padres comienzan a hablarte del colegio, de los compañeros y los profesores; cuando vas avanzando aparece el tema de la responsabilidad y el valor de las cosas hechas con tu propio esfuerzo, luego aparece la guía vocacional, el trabajo o los estudios superiores. Para todo eso se nos ha instruido.

Caminamos a través de nuestro día a día sosteniéndonos en las decisiones que hemos tomado, levantamos vuelo, intentamos sostenernos con las alas desplegadas confiando en todo lo que nos enseñaron y lo que nos queda por aprender. Así es todo.

Se nos prepara... Se nos dicen muchas cosas, pero hay una de la que se habla a ratos, no constantemente, pero que siempre está ahí, ocupando el mismo lugar que las demás enseñanzas. Es algo que en la infancia no tomas en cuenta, que en la adolescencia ves a años luz, que en los 20 años ves lejano, que en los 30 años prefieres ignorar porque esa preparación se hace evidente, pero no te sientes listo o lista pese a que para la sociedad entera asume o intenta obligarte a que la realidad es esa, pero ese es precisamente el problema, que la muerte de los padres alguna vez sucederá y que es una realidad que todos estamos destinados a vivir, aunque no queramos.

Yo siempre lo supe, pero cuando hace una semana me dijeron que mi papá había fallecido no lo soporté y me desmoroné como si nunca nadie me hubiese preparado, como si nunca nadie me hubiese hablado de ello. Fue como la caída de Alicia en la madriguera del conejo, con la diferencia de que esto no es un sueño y ni mi madre ni yo volveremos a recuperar nuestra antigua vida jamás. Ahora debemos reconstruir lo que quedó y no será tarea fácil porque sabemos que algo falta. 

Estoy agotada. Siento que mi cabeza explotará en cualquier momento, pero no puedo expresar emoción alguna y no es porque no las tenga, es que no quiero desmoronarme, porque hay deseos de desmoronarse. Siempre, para siempre...

lunes, 12 de febrero de 2018

LOS DIARIOS FÍSICOS...

Todavía recuerdo ese pasaje de un libro sobre Henry Miller que leí hace dos años en la gran capital. Ese pasaje hablaba sobre Anaís Nín y su diario en la época en que ambos frecuentaban el círculo literario de París, también era el espacio temporal en el cual compartían las sábanas. Miller decía que siempre criticó el hecho de que ella plasmara prácticamente toda, toda su vida en esos cuadernos y también hablaba del "apodo" que, tanto él como los otros intelectuales que les conocían, le tenían a esta bitácora. Le decían: "la ballena".

No pude evitar sonreír levemente al leer eso. Me parece que he hablado aquí acerca del diario físico que llevaba hasta que cumplí 24 años, lo dejé cuando mi madre leyó todo e hizo desaparecer uno de ellos, el más significativo, el que hablaba de una etapa de mi vida que ella aborrece. Logré conservar sólo dos de los tres tomos que tenía, a uno de ellos le llamaban: "la enciclopedia", porque era gigantesco (estamos hablando de un libro de actas de más de 300 páginas). Quienes le llamaban así no eran colegas escritores ni mucho menos, eran jovencitos y jovencitas que participaban de los campamentos católicos a los cuales yo iba pensando en muchas cosas... Y ninguna se cumplió como quería.

Nín tenía su ballena y yo, guardando las proporciones, tengo mi enciclopedia. 

Hace un mes comencé a escribir en diarios físicos nuevamente. Siento que puedo expresarme con mucho más libertad que acá y eso que en este lugar me siento con mucha, con demasiada libertad. Todo en ese espacio radica en poder desarrollar mucho más profundamente todo lo que tiene que ver con el trastorno bipolar que padezco, lo cual trato abiertamente acá pero es en ese diario en donde escribo cosas que jamás le diría a nadie, ni siquiera al psicólogo que me trata. A él le cuento muchas cosas, casi todo en realidad. Mi vida está en sus manos a veces.

A fines de enero tuve una catarsis muy grande escribiendo ahí, la cual me dejó muy mal por varios días. Redacté siete hojas como una poseída, en ellas di cuenta de situaciones que, sabía, había vivido, pero que no deseaba recordar porque en parte decidí realizarlas para borrar de cuajo muchas cosas y, como suele ocurrir en esos casos, no lo conseguí, mas las huellas de esos acontecimientos quedaron ahí, reverberando con destellos oscuros en mi cerebro, siempre iluminado de manera densa y blanquecina. No me gustó escribir de ellas porque las asociaba a una figura constante en mi vida, desde que tenía 16 años, las asociaba al horror del que hablé en uno de los trabajos que me pidieron para la universidad en diciembre y publiqué aquí. El horror que no es tal. Ese aspecto. 

Mi enciclopedia me sirve para monitorear mis estados de crisis maníaca. Por estos días cruzo por una de esas, lo sé porque no puedo parar de escribir, lo hago hasta tres veces diarias y en cada intervención trato un tema netamente distinto. A veces sin querer le hablo directamente, luego caigo en el caso de que no vale la pena, porque él nunca leerá nada de eso y yo no se lo permitiría tampoco.

Escribo diarios físicos nuevamente porque sé que a mi madre ya no le interesa escarbar más en mi vida, ya supo suficiente con lo que leyó la vez anterior, con eso quedará conforme hasta el día de su muerte. Yo no sé si algún día quedaré conforme con lo que ahí doy a conocer, no sé. La vida es demasiado absurda, pero no sirve de mucho verla así porque inclusive eso es insólito y nada más queda pensar en todo de la manera más grave posible, por eso se amargan algunas personas. Yo, por ejemplo.

martes, 6 de febrero de 2018

YA LOS ALCANZARÉ "HENRY & JUNE"...

A finales de diciembre del 2017 decidí plantearme un desafío literario, leer los diarios de Anaís Nín en sus versiones "inexpurgadas", de verdad inicié el camino de lo más entusiasmada pero éste no ha sido como yo siempre creí pues estamos a febrero y aún no termino el primero de ellos: "Henry y June".

No puedo decir si es un buen o un mal libro, no puedo juzgarlo si mi lectura recién va en la página 32 (son alrededor de 200 páginas), sólo sé que no avanzo todo lo que quisiera y eso me preocupa. Creo que con ella, mi escritora erótica favorita, la conexión sólo ha sido a través de la lectura de sus libros de relatos, los mismos recopilados de sus envíos a aquel lector adinerado misterioso que les pedía mucho sexo y poca metáfora, bueno, aunque según ella éstos carezcan de dichas características para mí son directos, fuertes y brillantes, no se necesita más en la literatura de ese tipo, es mi humilde opinión, o sea... "50 sombras de Grey" aléjense de mí.

He intentado analizar el por qué de ésta flojera lectora, a veces llego a la conclusión de que muchas de las cosas que ahí cuenta me impactan, lo que es divertido puesto que en una época como la actual ya nada debería sorprenderme... Aparte que en mi vida como periodista vi y supe de situaciones más escandalosas, más escabrosas que esas. Puede haber un camino lleno de bifurcaciones que me lleve a una respuesta, el tema es que no avanzo jajaja.

Puedo rescatar de lo poco que he leído la descripción que ella hace de la vida en el París de la década del '20, el París de la primera post guerra, un lugar lleno de bohemia y noche... Una vez en este blog dije que mi fantasía (irrealizable) era vivir en aquella época y escribir con todas esas precariedades... Tomando en consideración esa descripción, sigo con esa fantasía (insisto, irrealizable).

Luego viene el segundo diario: "Incesto", en donde relata la relación amorosa que tuvo con su padre, para seguir con el tercero: "Fuego", en donde da cuenta de su relación terapéutica (y en ocasiones amorosa) con el psicoanalísta Otto Rank, un hombre cuya obra me atrae en cierto aspecto pues él se centra en la simbiosis que hay entre arte y locura. Amo esa simbiosis.

El tema es que ya no leí la triada en el verano, hay un cuarto diario de esta serie: "Más cerca de la luna", pero no ha sido... Y dudo que sea... traducido alguna vez al español. No soy buena leyendo obras extensas en inglés, aunque a veces pienso que debería atreverme. En estos días me voy a la costa, quizás entonces avance al menos un buen tranco.

lunes, 5 de febrero de 2018

CUANDO CIERRO LOS OJOS, ESTE MENSAJE APARECE...

"No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que hemos sido nosotros..."
(Fragmento de carta de suicidio de Virginia Woolf a su esposo Leonard)