viernes, 7 de marzo de 2014

LA INTENSIDAD...

Ayer me estaba tomando un café mientras caminaba por la calle y pensaba en como era hace cinco años. Hace cinco años que no escribo en un blog y cuando llegué a casa después del trabajo entré nuevamente a mi antiguo refugio virtual de letras. Descubrí muchas cosas, primero que era muy fructífera para escribir, que manejaba muchos temas y que todo era medianamente interesante. Luego vino conocí a una persona que me hizo cambiar del cielo a la tierra y el blog... Se echó a perder.
 
Lo bueno es que ya saqué, de cuajo y sin previo aviso a esa persona de mi vida y ahora estoy tan feliz. Así como que anduviera caminando en puntitas sobre algodón. Estoy tranquila. Anoche también volví a comenzar un libro que me encanta, el de la prosa de Alejandra Pizarnik, esa mina si que era seca para escribir. Yo envidio tanto su talento, sacar cosas tan intensas de dentro no es cualidad de muchos.
 
El tema es que en la intensidad está lo bueno de la vida, cualquier tipo de intensidad... Llevada a cabo con los límites pertinentes, porque hasta para tocar el cielo debes ser cauto. Hace años que no sentía esta libertad, principalmente porque fue una esclavitud invisible que no me dejó en paz. Le pusieron un candado a mis ojos y sellaron mi boca con cemento. Pero ya no más.
 
Caicedo también era intenso para escribir. Van Gogh era intenso para pintar. Rimbaud vivió su vida con intensidad, Camille Claudel vivió con tanta intensidad que no pudo soportar la cordura y terminó interna. No, si la intensidad no es poca cosa, es mucha cosa.
 
¿Saben cuál es mi idea de intensidad? Muy simple... Sacar el cuerpo por la escotilla del auto en movimiento, abrir los brazos con los ojos cerrados y sentir el viento golpearte la cara. O simplemente caminar por la 1 sur casi a las nueve y media de la noche, cuando ya cierran el comercio en verano. Noche cálida y tranquila. Noche de magia locuaz. Noche al fin y al cabo.

2 comentarios:

  1. (¿tomas café mientras caminas por la calle? Lo intentaré)

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  2. Yo siempre he pensado que lo mejor es el justo medio, como diría Buda, buscar el punto en que no se está en los extremos. Alguien dirá que soy un tibio o que ni chicha ni limonada; pero como decía Henry David Thoreau, hay que "extraer la médula de la vida" y no considero que eso sea lo mismo que arrancarla de cuajo. Y que conste que me pasó lo mismo que vos mencionás en una relación que tuve.

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